jueves, 4 de marzo de 2010

Los que mueven a México

Denise Dresser

Alguna vez, el periodista Julio Scherer García le pidió a Ernesto 
Zedillo que le hablara de su amor por México. Le sugirió que hablara del 
arte, de la geografía, de la historia del país. De sus montañas y sus 
valles y sus volcanes y sus héroes y sus tardes soleadas. El 
ex-presidente no supo qué contestar. Hoy es probable que muchos 
mexicanos tampoco sepan cómo hacerlo. Hoy el pesimismo recorre al país e
 infecta a quienes entran en contacto a él. México vive obsesionado con 
el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo ser pero no fue. 
Con lo perdido, lo olvidado, lo maltratado. Con la crónica de 
catástrofes; de corruptelas; de personajes demasiado pequeños para el 
país que habitan.
 


México padece lo que Jorge Domínguez, en un artículo en Foreign Affairs, 
bautizó como la "fracasomanía": el pesimismo persistente ante una 
realidad que parece inamovible. La propensión colectiva a pensar que la 
corrupción no puede ser combatida; que los políticos no pueden ser 
propositivos; que la sociedad no puede ser movilizada; que la población 
no puede ser educada; que los buenos siempre sucumben; que los 
reformadores siempre pierden.. Por ello es mejor callar. Es mejor 
ignorar. Es mejor emigrar.
 


Pero lo que nos congrega aquí hoy sugiere lo contrario. Por cada tache 
que se le pueda colocar a este país, existe una paloma. Más de 50 
palomas.. Frente a todos los motivos para cerrar los ojos están todos 
los motivos para abrirlos. Frente a las razones para perder la fe en 
México estan todas las razones para recuperarla. La determinación de 
Lorena Ochoa. La pluma de Carlos Fuentes. La inteligencia de Mario 
Molina. El profesionalismo de Carlos Loret de Mola. El talento de Salma 
Hayek. La chispa de Diego Luna.. La visión empresarial de María Asunción 
Aramburuzavala. La imaginación de Angeles Mastretta. El humor de Carlos 
Monsivaís. La tenacidad de Alejandra de Cima. La sencillez de Gael 
García Bernal. Las canciones de Julieta Venegas. El espíritu democrático 
de Margarita Zavala. La creatividad de Julieta Fierro.. La forma en la 
cual Alondra de la Parra conduce una orquesta o Rafael Márquez mete un 
gol o Cristina Pacheco hace una entrevista.. La labor filantrópica de 
Alfredo Harp Helu. El periodismo implacable de Miguel Angel Granados 
Chapa. La arquitectura de Teodoro González de Leon.. La voz de Ximena 
Sariñana. Los huipiles de Beatriz Paredes.
 


Cada persona tendrá su propia lista, su propio pedazo del país colgado 
del corazón. Una lista larga, rica, colorida, voluptuosa, fragante.. Una 
lista que debe comenzar con las palabras de la chef Marta Ortiz Chapa: 
"Siempre me gusto ser mexicana". Una lista con la cual contener el 
pesimismo; un antídoto ante la apatía; una vacuna contra la desilusión. 
Una lista de lo mejor de México. Una lista para despertarse en las 
mañanas. Una lista para pelear contra lo que Susan Sontag llamó "la 
complicidad con el desastre".
 


Una lista como la compilada por la revista "Quien" hoy pero que en mi 
propio caso va más allá de ello para incluir todo lo que yo amo de mi 
país. Los murales de Diego Rivera. Las enchiladas suizas de Sanborns. 
Las mariposas en Michoacán. El cine de Alfonso Cuarón. El valor de 
Emilio Alvarez Icaza. Los huevos rancheros y los chilaquiles con pollo. 
El mole negro de Oaxaca . Los libros de Elena Poniatowska. La decencia 
de Germán Dehesa. Los tacos al pastor con salsa y cilantro. El mar en 
Punta Mita. La poesía de Efraín Huerta. El Espacio Escultórico al 
amanecer. Cualquier Zócalo, cualquier domingo.
 


La forma en que los mexicanos se besan y se saludan y se dicen "buenas 
tardes" al subirse al elevador. Las fiestas ruidosas los sábados por la 
tarde. La casa de Luis Barragán. Los amigos que siempre tienen tiempo 
para tomarse un tequila. Los picos coloridos de las piñatas. Las casas 
de Manuel Parra. Las bugambilias y los alcatraces y los magueyes. Las 
caricaturas de Naranjo y los cartones de Calderón. El helado de 
guanabana. La talavera de Puebla . Las fotografías de Graciela Iturbide. 
Los mangos con chile parados en un palo de madera . Las comidas largas y 
las palmeras frondosas. Las mujeres del grupo Semillas y las mujeres que 
luchan por otras - todavía - en Ciudad Júarez.
 


Y más allá de este recinto y este reconocimiento a cincuenta personas, 
habría que aprovechar la ocasión para pensar un momento en todos 
aquellos que también mueven a México. Sus habitantes. Ese país habitado 
por millones de hombres y mujeres mexicanas que se levantan al alba a 
prender la estufa, a preparar el desayuno, a remojar el arroz, a 
planchar los pantalones, a terminar la trenza, a correr detrás del 
camion, a trabajar donde puedan y donde les paguen por hacerlo. El país 
de muchas mujeres y hombres que duermen poco porque cargan con mucho.
 


Para acompañarlos les pido que piensen por un momento en las siguientes 
preguntas. Y si ustedes vivieran y mantuvieran a sus familias con 3,000 
pesos al mes? Y si les tomara mas de dos horas y tres formas diferentes 
de transporte público llegar a su trabajo? Y si al regresar a casa, 
despues de un largo día, su esposo las golpeara? Y si, aunque ustedes 
contaran su caso cientos de veces, prevaleciera el silencio? Y si su 
hija o su madre o su hermana fuera violada en la calle o cerca de un 
cuartel del Ejército? Y si en el Ministerio Público le dijeran que ella 
se lo buscó o que lo ocurrido no es un crimen? Y si resultara embarazada 
y la despidieran por ello? Y si hubiera complicaciones y no pudiera 
pagarle al médico? Y si ustedes estuvieran condenadas a la precariedad 
cotidiana como tantas más?
 


Para muchas mujeres en México esas preguntas no son hipotéticas sino 
reales. No representan lo que podría ocurrir sino lo que ocurre. En 
México, ser mujer entraña tener sólo 7 años de escolaridad promedio. En 
México ser mujer y trabajar en una maquiladora significa estar en 
peligro de muerte. En México, ser mujer implica el 30 por ciento de 
probabilidad de tener un hijo antes de los 20 años. En México todavía 
entraña luchar por el derecho a serlo.
 


Porque el país cambia pero no lo suficiente; porque México se mueve pero 
no a la velocidad que podría y debería. Algo estál mal. Algo no 
funciona. Tiene que ver con el control y los privilegios. Tiene que ver 
con 23 millones de personas en este país que viven con 20 pesos al dia. 
Tiene que ver con que 1 de cada 5 mexicanos entre la edad de 25 y 35 
años vive y trabaja en Estados Unidos. Tiene que ver con el éxodo de 
400,000 migrantes que cruzan la frontera en busca de oportunidades que 
no encuentran en su propio país. Con que el hijo de un obrero tiene solo 
el 5 por ciento de probabilidades de convertirse en profesionista.
 


Allí estan para quien las quiera ver: señales claras de un statu quo que 
es insostenible; síntomas de problemas profundos, históricos, 
estructurales. A lo largo del sur del país y a lo ancho de sus zonas más 
pobres. En cada institución disfuncional y en cada funcionario 
insensible que la encabeza. En cada decisión arbitraria por parte de 
alguien que ejerce el poder y en cada mexicana que padece sus 
consecuencias.
 


De allí que se vuelva imperativo celebrar a aquellos que están en la 
lista de quienes mueven a México, y al mismo tiempo reflexionar en lo 
mucho que falta por hacer. Pensar en un México menos cupular y más 
ciudadano. Menos elitista y más democrático. Menos interesado en retener 
las oportunidades insólitas que tienen algunos y más interesado en 
crearlas para otros. De lo que se trata, en esencia, es de cambiar la 
forma geométrica del país. Pasar del triángulo al rombo. Crear una 
amplia clase media poblada por personas con voz, con derechos, con 
oportunidades para generar riqueza y acumularla. Crear mexicanos, 
emprendedores, educados, competitivos, meritocráticos porque el país les 
permite serlo. Crear un sistema económico que promueva la movilidad 
social en vez de permitir la perpetuacion de obstaculos que la inhiben.
 


Y vivir todos los días con esa lista de lo mejor y lo posible para así 
pelear contra la lógica enraizada del "por lo menos": "por lo menos hay 
paz social; "por lo menos" la pobreza extrema ha disminuido un poco; 
"Por lo menos no ocupamos el último lugar en las evaluaciones PISA de 
educación". "Por lo menos en el sexenio pasado sólo se robaron un Jeef 
Rojo y una Hummer". Hoy, la lógica compartida del "por lo menos" 
equivale a una defensa de la mediocridad. Equivale a una apología del 
statu quo que beneficia a pocos y perjudica a muchos. México solo será 
un país mejor cuando sus habitantes dejen de pensar en términos 
relativos y empiecen a exigir en términos absolutos. Cuando se 
conviertan en profetas armados con una visión de lo que podría ser. 
Cuando empuñen lo que Martin Luther King llamó "coraje moral". Cuando 
vociferen que los bonos sexenales y la rapacidad de los sindicatos y la 
educación atorada y el desempleo constante y la inseguridad lacerante 
son realidades que ningún mexicano está dispuesto a aceptar. Porque si 
nadie alza la vara, el país seguirá viviendo - aplastado - debajo de 
ella. Porque si sólo 50 personas exigen que las cosas cambien, nunca lo 
harán. Porque si los mexicanos siguen habitando el laberinto de la 
conformidad, sera muy difícil sacudir al país desde allí.
 


Quienes pueblan esta lista saben que hay tanto por hacer; tanto por 
cambiar; tantos sitios donde amontonar el optimismo. El optimismo de la 
voluntad frente al pesimismo de la inteligencia. El optimismo perpetuo 
que se convierte en multiplicador.
 


El optimismo que debe llevar espero - a cada uno de los presentes - a 
hacer una declaración de fe, como la frase que acuñó Rosario 
Castellanos. Una filosofía personal para ver y andar, vivir y cambiar, 
participar y no sólo presenciar. 
 


Una filosofía para compartir la terca esperanza de quien habla hoy y 
acompaña a los premiados. La convicción inquebrantable de mejorar a 
México. De restañar a la República. De volver a México un país de 
ciudadanos. Un lugar poblado por personas conscientes de sus derechos y 
dispuestos a contribuir para defenderlos. Dispuestos a llevar a cabo 
pequeñas acciones que produzcan grandes cambios. Dispuestos a sacrificar 
su zona de seguridad personal para que otros la compartan.
 


Yo creo que ser de clase media en un país con cuarenta millones de 
pobres es ser privilegiado. Y los privilegiados tienen la obligación de 
regresar algo al país que les ha permitido obtener esa posición. Porque 
para qué sirve la experiencia, el conocimiento, el talento, si no se usa 
para hacer de México un lugar más justo? Para qué sirve el ascenso 
social si hay que pararse sobre las espaldas de otros para conseguirlo? 
Para qué sirve la educación si no se ayuda a los demás a obtenerla? Para 
qué sirve la riqueza si hay que erigir cercas electrificadas cada vez 
más altas para defenderla? Para qué sirve ser habitante de un país si no 
se asume la responsabilidad compartida de asegurar vidas dignas allí? Yo 
creo en la obligación ciudadana de vivir en la indignación permanente: 
criticando, denunciando, proponiendo, sacudiendo. Porque los buenos 
gobiernos se construyen a base de buenos ciudadanos y sólo los 
inconformes lo son.
 
Yo creo que muchos de los miembros de esta lista logran hacer cosas 
extraordinarias. Aquellos que hacen más que pararse en fila y en 
silencio.. Individuos que pelean por los derechos de quienes ni siquiera 
saben que los tienen. Alejandro Martí, denunciando a los policías 
cómplices y acorralando a los políticos que los protegen. Carmen 
Aristegui, lidereando la oposición contra la impunidad y concientizando 
al país sobre sus efectos. Guillermo Ortiz, peleando por la competencia 
y denunciando los costos que el país ha pagado al obstaculizarla. María 
Elena Morera, sacudiendo a una sociedad altergada y ayudándola a 
discernir el papel que debería desempenar. Miguel Angel Granados Chapa, 
defendiendo-con su columna -- la humanidad esencial de quienes la han 
perdido y ayudándolos a recuperarla. Ellos y tantos más, héroes y 
heroínas de todos los días. Ombudsmans cotidianos.
 


Yo creo que mientras existan individuos como muchos de los que hoy 
celebramos - encendidos, comprometidos, preocupados - el contagio 
continuará, poco a poco, y a empujones como todo lo que vale la pena. El 
monólogo de los líderes se convertirá en el coro de la población. La 
exasperación de los ciudadanos construirá cercos en torno a los 
políticos. Yo creo que un día - no tan lejano, quizás - habrá un 
diputado que suba a la tribuna y exija algo a nombre de la gente que lo 
ha elegido. En lugar de mirar con quién se codea en el poder, mirará a 
quienes lo llevaron allí. Y México será otro país, otro.. 
 


Yo creo que eso es posible, pero sólo ocurrirá cuando la fe los 
mexicanos aplaudidos por la revista "Quien" se vuelva la convicción de 
muchos. Cuando la crítica fácil se traduzca en la participación 
transformadora. Cuando la creencia en el cambio se concretice en 
acciones diarias para asegurarlo. Cuando más mexicanos memoricen las 
palabras de mi amigo - el empresario y filántropo -- Manuel Arango: "El 
que no sepa qué hacer por México que se ponga a saltar en un solo pie y 
algo se le ocurrirá". Cuando saltando juntos logremos, de verdad, mover 
mejor a México.